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El castigo sobre a nación era inevitable. Ya no quedaba nadie que temiera al Señor; no había nadie que conociera ni entendiera sus leyes. Habían perdido todo el respeto por el Señor. El lenguaje de este capítulo nos recuerda a la intercesión de Abraham por Sodoma y Gomorra. En esa ocasión Abraham preguntó a Dios si destruiría juntamente al justo con el malvado; y preguntó si destruiría la ciudad si habían 50 justos en medio de ella. La respuesta de Dios fue: No. Dios perdonaría a Sodoma si hubieran 50 justos en medio de ella. Abraham empezó a bajar la cifra de justos, hasta que llegó a 10. Y Dios dijo que no destruiría a Sodoma si encontraba 10 justos. Dios destruyó a Sodoma, porque no habían ni siquiera 10 justos. Ahora, de Jerusalén, Dios dice que no había ni siquiera 1 justo. Todos se habían alejado de Él. Todos mentían, y todos adoraban ídolos. Todos cometían adulterio. La ciudad estaba competamente contaminada. La única solución era el castigo por parte de Babilonia. Al leer este capítulo, yo me pregunto si el mundo no está igual que Jerusalén en esos tiempos. Aunque muchos no lo crean, Dios muy pronto derramará sus juicios sobre este mundo. Que Dios nos de sabiduría e inteligencia para creer en su Palabra, y arrepentirnos de nuestra maldad. Que el Señor te bendiga.