Una señal de que una persona realmente no ha conocido a Cristo como su Señor y Salvador, es el hecho de que prefiere amar "al mundo", es decir, al sistema filosófico que gobierna nuestra sociedad y que se opone a Dios, y no a Dios y a su palabra.
"No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo", (1 Juan 2:15-16, RV60).
"No amen a este mundo ni las cosas que les ofrece, porque cuando aman al mundo no tienen el amor del Padre en ustedes. Pues el mundo solo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un deseo insaciable por todo lo que vemos, y el orgullo de nuestros logros y posesiones. Nada de eso proviene del Padre, sino que viene del mundo", (1 Juan 2:15-16, NTV).