Pablo, Silas y Timoteo les recuerdan a los Tesalonicenses que ellos no abusaron de ellos mientras estaban entre ellos compartiendoles el evangelio. Todo lo contrario, Pablo, Silas y Timoteo más bien trabajaron para proveer sus necesidades, pues todavía no existía una iglesia a través de la cual Dios proveyera para estos siervos.
"¿Acaso no se acuerdan, amados hermanos, cuánto trabajamos entre ustedes? Día y noche nos esforzamos por ganarnos la vida, a fin de no ser una carga para ninguno de ustedes mientras les predicábamos la Buena Noticia de Dios. Ustedes mismos son nuestros testigos—al igual que Dios—de que fuimos consagrados, sinceros e intachables con todos ustedes, los creyentes", (1 Tes. 2:9-10, NTV).