Pablo, siguiendo con sus exhortaciones a los Tesalonicenses, les anima a seguir amándose unos a otros. Lo más interesante, es el hecho de que Dios es el que les enseñó a los Tesalonicenses a amarse.
"Pero no hace falta que les escribamos sobre la importancia de amarse mutuamente, pues Dios mismo les ha enseñado a amarse unos a otros", (1 Tes. 4:9, NTV).