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EL salmista sabe que Dios puede fortalecerlo para la batalla. No es que espera que Dios haga todo, él está  dispuesto a pelear.

"Dios es el que me ciñe de poder, Y quien hace perfecto mi camino; Quien hace mis pies como de ciervas, Y me hace estar firme sobre mis alturas;Quien adiestra mis manos para la batalla, Para entesar con mis brazos el arco de bronce", (Salmo 18:32-34, RV60).

"Dios me arma de fuerza y hace perfecto mi camino.Me hace andar tan seguro como un ciervo para que pueda pararme en las alturas de las montañas.Entrena mis manos para la batalla; fortalece mi brazo para tensar un arco de bronce", (Salmo 18:32-34, NTV).