El salmista sabe bien que la protección de Dios va a causa que sus enemigos fallen en sus intentos de hacerle daño. Dios les va a poner tropiezo.
"Cuando los malvados vengan a devorarme, cuando mis enemigos y adversarios me ataquen, tropezarán y caerán", (Salmo 27:2, NTV).
"Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, Para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron", (Salmo 27:2, RV60).