El salmista sabe que al final, a causa de la protección de Dios, todos sus enemigos serán avergonzados.
"Que todos mis enemigos sean deshonrados y aterrorizados; que retrocedan de golpe, avergonzados", (Salmo 6:10, NTV).
"Se avergonzarán y se turbarán mucho todos mis enemigos; Se volverán y serán avergonzados de repente", (Salmo 6:10, RV60).