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23 de diciembre – 

ÉL VIENE A DAR PAZ VERDADERA

Romanos 1:3,4,7 (RVC)
«Este evangelio habla de su Hijo, que como hombre descendía de David, pero que fue declarado Hijo de Dios con poder por su resurrección de entre los muertos, según el Espíritu de santidad. Él es Jesucristo nuestro Señor… Que la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo sean con ustedes.»

No creo que la primera Navidad haya sido tan pacífica como solemos imaginarla. Fue más bien una situación caótica. El tiempo de dar a luz llegó mientras María y José estaban lejos de casa. Buscaron un lugar donde el niño pudiera nacer, pero no había espacio. Así que María lo acostó en un pesebre, un comedero de animales. Ese fue el escenario en que llegó el Salvador al mundo.

Fue precisamente a este mundo, tan falto de verdadera paz, que vino Jesucristo. Él vino para traer paz. Tal vez a veces dudamos de ello. El mundo sigue mostrando violencia, división y confusión. ¿Dónde está la paz?

La vemos en el pesebre:
 la paz vino porque Cristo vino.
Él es la paz entre Dios y nosotros. Lo que nos separaba —nuestro pecado— fue llevado por él. Por eso, la Escritura proclama que ahora, por medio de Cristo, tenemos paz con Dios (Romanos 5:1). Dios mismo nos ha reconciliado consigo (2 Corintios 5:18–19). Ya no estamos alejados; estamos en comunión con él.

Maravillémonos del pesebre esta Navidad, pero veamos más que un bebé. Ese niño es verdaderamente hombre, nacido de María, y verdaderamente Dios, que entró en nuestra humanidad para darnos una paz real y eterna. Vivió perfectamente en nuestro lugar, murió cargando nuestros pecados y resucitó para confirmarnos que sus promesas son verdaderas.

La tumba vacía declara que él es el Hijo de Dios y que tú tienes paz verdadera con Dios. Gracia y paz para ti de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.


Oración:

Ven, Señor Jesús, y llena mi corazón con la paz que sobrepasa todo entendimiento. Amén.