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24 de diciembre –

 UNA PROMESA CUMPLIDA

Romanos 1:1–5 (RVC)
«Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol y apartado para anunciar el evangelio de Dios, que por medio de sus profetas ya había prometido en las Sagradas Escrituras. Este evangelio habla de su Hijo, que como hombre descendía de David, pero que fue declarado Hijo de Dios con poder por su resurrección de entre los muertos, según el Espíritu de santidad. Él es Jesucristo nuestro Señor.»

Mucho antes del nacimiento de Jesús, Dios ya había anunciado una promesa: la buena noticia acerca de su Hijo. No era un mensaje improvisado ni un plan alterno. Desde los profetas del Antiguo Testamento, Dios fue revelando que enviaría al Salvador al mundo, verdadero hombre y verdadero Dios.

Pablo nos recuerda que esta promesa se cumplió en Jesucristo. Como hombre, nació descendiente de David. Como Dios, fue declarado Hijo de Dios con poder por su resurrección de entre los muertos. Su vida perfecta, su muerte en lugar nuestro y su resurrección victoriosa aseguran que la salvación anunciada por los profetas es una realidad completa.

Esto significa que la celebración del nacimiento de Cristo no es un simple saludo o una costumbre estacional. Es la proclamación de una promesa cumplida: Dios envió a su Hijo para rescatarnos del pecado y hacernos suyos.
 La verdadera alegría de este tiempo está en saber que pertenecemos a Cristo y que vivimos bajo su gracia y su paz.

Que el Señor te conceda en este tiempo la certeza de su promesa cumplida: su Hijo vino, vivió, murió y resucitó por ti.


Oración

Padre celestial, gracias por cumplir tu promesa y enviar a tu Hijo como mi Salvador. Haz que viva cada día confiando en la gracia que me diste en él. Amén.