Jesús desenmascara nuestras apariencias y nos invita a una purificación del corazón (Lucas 11,37–41). Este episodio nos llama a ir más allá de lo exterior: oración sincera, sanación en la Confesión, entrega en la Eucaristía y obras concretas de misericordia. Una reflexión pastoral y profética que cuestiona la fachada en casa, en la Iglesia, en la escuela y en la sociedad, conduciéndonos al encuentro real con Cristo que nos limpia por dentro.