Listen

Description

Nos encantaria Saber de ti y tu experiencia con palabras de Bendicion, envianos un mensaje de texto

Hoy quiero hablarte de una mujer llamada Rebeca

Quien Cada mañana despertaba antes del amanecer. No porque quisiera, sino porque su mente la empujaba fuera de la cama con una lista interminable de “¿y si…?”.

¿Y si el dinero no alcanza?  ¿Y si pierdo mi trabajo? ¿Y si algo le pasa a mis hijos? ¿Y si no soy suficiente?

Rebeca vivía en piloto automático: respiración corta, corazón acelerado, pensamientos corriendo más rápido que ella.
 Una mañana, camino al trabajo, sintió que el pecho se le cerraba. Se detuvo. Respiró hondo tratando de calmarse. Y allí, en medio del ruido de los carros pasando, algo la hizo mirar al cielo. Un pájaro pequeño cruzó sobre ella… tranquilo, despreocupado… como si no tuviera miedo del mañana.

Y en ese instante, una frase suavemente conocida resonó en su corazón: “Por nada estéis afanosos…” (Filipenses 4:6).

 Rebeca supo que Dios la estaba llamando a soltar. El afán es un ladrón silencioso. No toca la puerta, no pide permiso. Se mete en los pensamientos, ocupa el corazón, consume la paz, roba el presente, y nos convence de que si no lo solucionamos todo hoy… algo va a salir mal mañana. Pero la Biblia no ignora la realidad. Dios no dice que no habrá problemas. No dice que no tendremos dudas, responsabilidades o desafíos. Lo que Dios nos dice es algo más poderoso:

“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” (Filipenses 4:6)

Es como si Dios estuviera diciendo: “No lleves solo lo que yo nunca te pedí que cargaras.”

El afán nace cuando creemos que todo depende de nosotros. La paz nace cuando recordamos que todo depende de Él. Jesús mismo dijo en Mateo 6 que las aves no siembran ni cosechan, pero Dios las alimenta. Y añadió:
 “¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”

Cada vez que te preocupas de más… no eres débil, eres humano. Pero cuando decides soltar, confiar y descansar en Él… estás viviendo como hijo, como hija, como alguien que tiene un Padre que cuida incluso los detalles que tú no ves.

 Quizá hoy tú te sientes como Rebeca: cansado, abrumado, con el alma apretada por tantos “¿y si…?”.
 Pero Dios te dice:

“Entrégame el afán. Entrégame el peso. Entrégame lo que te está robando la vida.”

Y promete algo más:  “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:7)

La paz de Dios no es lógica, no es humana, no es limitada. Es sobrenatural. Y hoy está disponible para ti.

Oración Final Señor, en este momento venimos delante de Ti con el corazón abierto. Tú conoces cada pensamiento que nos inquieta, cada carga que hemos llevado en silencio, cada preocupación que hemos permitido que nos robe la paz.

Hoy te entregamos nuestro afán Te entregamos lo que no entendemos, lo que tememos, lo que nos duele y lo que aún no sabemos cómo resolver.

Ponemos en tus manos nuestros “¿y si…?” y los cambiamos por “Tú estás conmigo”. Padre, derrama sobre nosotros esa paz que sobrepasa todo entendimiento.
 Guarda nuestra mente de la ansiedad, guarda nuestro corazón del miedo, y recuérdanos cada día que no estamos solos, que Tú cuidas de nosotros mejor de lo que podemos cuidar de nosotros mismos. Enséñanos a confiar, a descansar, a orar antes de preocuparnos, y a vivir como hijos e hijas que tienen un Padre fiel.

Gracias, Señor, porque en Ti encontramos refugio, dirección y descanso.
 Hoy decidimos soltar… y confiar.  En el nombre poderoso de Jesús, amén.

 

Palabras de Bendicion