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Tuve una experiencia en la finca.

Donde al plantar semillas de cilantro trituradas que germinaron y semillas enteras que no lo hicieron, y esto me trajo una poderosa enseñanza que se puede interpretar a la luz de principios bíblicos, especialmente a través de la Parábola del Sembrador. 
En las Escrituras, Jesús frecuentemente usa la analogía de la siembra y la cosecha para ilustrar verdades espirituales. La parábola del sembrador (Mateo 13, Marcos 4, Lucas 8) describe diferentes tipos de terreno donde cae la semilla: junto al camino, en terreno pedregoso, entre espinos y en buena tierra. La semilla es siempre la misma: la Palabra de Dios.
Mi experiencia introduce un matiz interesante: la condición física de la semilla misma.
La Semilla de cilantro Entera, que representa El Corazón Endurecido, cerrado o no preparado para recibir la palabra de Dios.
Jesús explicó que las semillas que caen junto al camino representan a aquellos que oyen la palabra, pero no la entienden o no la valoran, y el maligno se la arrebata.
La semilla entera mantiene su cáscara protectora intacta, impidiendo que la humedad y los nutrientes penetren y activen el potencial de vida interior.
De manera similar, un corazón endurecido por el orgullo, la autosuficiencia o las preocupaciones del mundo no permite que la Palabra de Dios eche raíces profundas.
La Semilla Triturada que representa El Corazón Quebrantado, esta al romperse, permite la entrada del agua y los nutrientes, y así pudiesen germinar. Esto nos enseña sobre la importancia del quebrantamiento y la humildad en la vida espiritual.
Un corazón "quebrantado y contrito" (Salmo 51:17) es uno que reconoce la necesidad de Dios, está dispuesto a arrepentirse y es permeable a Su voluntad. Este es el "buen terreno" del que Jesús habló: el que oye la palabra, la entiende y da fruto abundante.
El acto de triturar simboliza un proceso de rendición o transformación. A veces, la vida misma, con sus pruebas y dificultades, "tritura" nuestro orgullo y defensas, preparándonos para recibir la gracia de Dios y permitir que Su vida crezca en nosotros
Así que, la próxima vez que veamos una semilla o plantemos algo, recordemos esta sencilla pero profunda verdad espiritual.
La vida nos enseña que el crecimiento requiere receptividad y, a veces, quebrantamiento. No permitamos que el orgullo, la autosuficiencia o las durezas de la vida cotidiana hagan de nuestro corazón una cáscara impenetrable.
Hagámonos la pregunta: '¿Es mi corazón como la semilla entera, cerrado a la influencia de Dios, o estoy dispuesto a ser "quebrantado" en humildad para que la vida y la gracia de Dios puedan echar raíces y florecer?'
Busquemos tener ese 'buen terreno', un corazón humilde y contrito, listo para recibir la Palabra, para que podamos dar fruto abundante en nuestras vidas, para la gloria de Dios.
Dios te bendiga.

Palabras de Bendicion