Nos encantaria Saber de ti y tu experiencia con palabras de Bendicion, envianos un mensaje de texto
Hace unos días, mientras visitaba una tienda de ropa junto a mi esposo, yo me entretenía mirando algunas prendas… y entre estantes y ropa estaba distraída Pero él decidió usar ese momento para algo eterno. estaba cumpliendo el mandato más grande que Jesús nos dejó: “Id y haced discípulos…” (Mateo 28:19). Empezó a hablar con tres empleados de la tienda sobre Jesús… sobre la salvación, sobre ese amor que cambia vidas.
¡Tres corazones escucharon el mensaje de salvación y decidieron entregar su vida a Cristo! Esto me enseño que el cielo se alegra más por un alma que se arrepiente que por cualquier obra visible que hagamos en la tierra. En ese instante entendí algo que me estremeció: Cuando un día estemos delante de Dios, Él no nos preguntará cuántos templos edificamos ni cuántas plataformas pisamos, , ni cuántas luces tenía el escenario, si somos pastores, ministros o simples ovejas, sino que nos preguntara….
¿A cuántas personas les hablamos de su amor?
¿Cuántas almas ganaste para El?
Porque la gran comisión no tiene paredes.
No está limitada a un lugar o a un sistema.
Está viva en cada persona, La verdadera iglesia se levanta en cada conversación, , en cada encuentro, en cada persona que decide abrir la boca y compartir el amor de Cristo.
Predicar el evangelio no es una tarea más…
Es un estilo de vida. No se limita a una congregación, un cargo eclesiástico o un nombramiento.
Y a veces, el lugar donde menos lo esperas, puede convertirse en el escenario donde el cielo toca la tierra.
Jesus entreno sus discípulos para cuando partiera de esta tierra ellos continuaran de dos en dos predicando el Evangelio de salvación.
Pero a veces —y debo reconocerlo— nosotros mismos levantamos paredes invisibles:
sistemas, costumbres, estructuras que nos hacen pensar que solo desde un púlpito o dentro de una iglesia se puede predicar. Sin embargo, el evangelio no se detiene en las paredes del templo. El evangelio vive en el corazón del que lo cree y lo comparte. Cuando hablamos de Jesús en el trabajo, en la tienda, en la escuela, o en medio de la vida diaria… estamos cumpliendo la gran comisión. Y lo hermoso de todo esto es que Dios no busca elocuencia ni perfección.
Él busca disposición. Busca corazones que digan: “Aquí estoy, úsame.”
El Espíritu Santo no necesita escenarios para obrar; Él necesita vidas dispuestas a brillar. Así que la próxima vez que salgas de casa, recuerda esto:
Tal vez ese encuentro casual, esa conversación breve o ese gesto amable… puede ser el punto de partida de una vida transformada.
Porque predicar no siempre es hablar; a veces es amar, escuchar, y sembrar una palabra de esperanza.
Y quién sabe… quizás el lugar más inesperado se convierta en el altar donde una nueva alma nazca para Cristo.
La gran comisión no tiene paredes.
No se trata de dónde estás, sino de quién llevas dentro. Y si Cristo vive en ti, entonces cada espacio es una oportunidad para que el cielo toque la tierra.
Palabras de Bendicion