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Hola a todos, y bienvenidos. Hoy vamos a sumergirnos en uno de los relatos más impactantes y emotivos de la Biblia: la resurrección de Lázaro.
Una historia de amistad, dolor y, sobre todo, del poder absoluto de Jesús sobre la muerte.
Acompáñenme mientras exploramos cómo este evento, registrado en el capítulo 11 del Evangelio de Juan, nos ofrece una esperanza viva y un mensaje contundente sobre nuestra fe. La historia comienza en Betania, un pueblo cercano a Jerusalén.
Allí vivían tres hermanos: Marta, María y Lázaro, amigos muy queridos de Jesús.
La Biblia nos dice que Jesús los amaba profundamente.
Pero Lázaro enfermó gravemente, y sus hermanas enviaron un mensaje urgente a Jesús: "Señor, mira, el que amas está enfermo". Ellas esperaban una respuesta rápida, una curación a distancia.  Sin embargo, Jesús se quedó dos días más donde estaba, para sorpresa de todos. ¿Por qué la demora? Jesús sabía que esta enfermedad no terminaría en muerte definitiva, sino que serviría para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios fuera glorificado por ella.
Finalmente, Jesús decide ir, y cuando llega, Lázaro ya lleva cuatro días en la tumba. Su cuerpo ya se estaba descomponiendo, "olía mal", como le recordaría Marta a Jesús más tarde.  La muerte era un hecho innegable para todos los presentes. Cuando Marta se encuentra con Jesús, su dolor es evidente.
Le dice: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto". Una frase cargada de fe, pero también de cuestionamiento.
La respuesta de Jesús es clave: "Tu hermano resucitará". Marta, pensando en la resurrección final, responde: "Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final". Pero Jesús le hace la declaración que es el corazón de nuestro mensaje:
"Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?".
Luego, Jesús se encuentra con María y ve su llanto y el de los judíos que la acompañaban.  Y aquí, vemos la humanidad de Cristo: Jesús se conmovió profundamente y lloró. Sus lágrimas nos muestran que Él comprende nuestro dolor y empatiza con nuestra aflicción, que, aunque la muerte no es el fin, el sufrimiento es real y legítimo.  Jesús se dirige a la tumba, una cueva con una piedra en la entrada, y pide que retiren la piedra. Marta insiste, preocupada por el olor. Pero Jesús le recuerda: "¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?".
Quitan la piedra, y tras una oración de agradecimiento a Dios Padre, Jesús se planta frente a la oscuridad y grita con una voz fuerte e imperativa: "¡Lázaro, ven fuera!".
Y aquí está el milagro. Lázaro, un hombre muerto por cuatro días, sale caminando de la tumba, todavía envuelto en las vendas funerarias. La tristeza se convierte en asombro y alegría. El mensaje bíblico contundente es este: la historia de Lázaro es una prueba irrefutable del poder de Jesús sobre la muerte física y, lo que es más importante, sobre la muerte espiritual causada por el pecado.
La tumba de Lázaro estaba fría, oscura y sellada. Quizás tu vida se siente así en este momento.
Pero la voz de Jesús traspasó esa piedra y esa oscuridad. Te llama a ti por tu nombre, a salir de cualquier lugar de muerte en el que te encuentres, ya entrar en la luz de Su vida. Su amor por Lázaro, por Marta, por María, y por ti, es la garantía de que la muerte no tiene la última palabra. La tiene Él.
Permite que esa voz resuene en tu espíritu hoy.
Libérate de las vendas del pasado, de la culpa y del miedo. El Señor de la vida te espera al otro lado de la tumba, con la promesa de una vida eterna, plena y sin ataduras, comenzando aquí y ahora.
Confía en Su poder,  Confía en Su amor. 

Palabras de Bendicion