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Juan 2018 (5)
Palabra/ Juan 3:16-36
V.C./ Juan 3:16

De tal manera

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

La palabra que vamos a escuchar ahora es la más famosa e importante de toda la Biblia. A través de esta palabra podemos aprender ‘cómo es el amor de Dios manifestado en su Hijo Jesucristo’. También vamos a aprender ‘qué es lo que debemos hacer, si Dios nos ha amado de tal manera’. Y a través del gozo de Juan el Bautista podemos entender que Dios ha compartido su gozo celestial con nosotros en su obra de salvación.
Oro que en este tiempo conozcamos el amor de Dios más profundamente, y amemos a Dios con todo nuestro corazón, y renovemos nuestra fe en Jesucristo y su gracia de salvación. Y oro que a las ovejas les testifiquemos del amor de Dios, y les ayudemos a creer en Jesús para que tengan vida eterna, y nosotros tengamos gozo celestial como amigos de nuestro Señor Jesús. Amén.

I. De tal manera (16-21, 31-36)

Vamos a ver el versículo 16a. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito.” ¿De qué manera amó Dios al mundo? Dios amó al mundo, y ha dado a su Hijo unigénito Jesucristo.
Y ¿qué significa que Dios ha dado a su Hijo unigénito? En Juan 1:29 aprendimos que Dios ha dado a su Hijo Jesús como ‘el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’. Antes entre Dios y nosotros había el pecado, el velo de separación. Por eso no había paz entre él y nosotros. Pero Dios ha dado a su Hijo para quitar el pecado de entre él y nosotros, y reconciliarnos consigo mismo. Y en Isaías 53:6 dice: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” En su Hijo Jesús cargó Dios todos nuestros pecados. Y sacrificó Dios a su Hijo por nuestros pecados en lugar de nosotros.
Pero, ¿cómo fue sacrificado Jesús? En el versículo 14 de este capítulo dice: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado.” Aquí ‘ser levantado’ significa ‘ser crucificado’. Jesús cargó el pecado de todos nosotros, y fue crucificado, como si fuera el peor pecador del mundo. Él sufrió esa deshonra, pena y vergüenza. Y el propósito de crucifixión no era matar al castigado, sino hacerlo sufrir. Jesús sufrió ese dolor y agonía clavado en la cruz. Sobre todo, Jesús fue desamparado por Dios (Mateo 27:46). En Juan 10:30 dice Jesús: “Yo y el Padre uno somos.” Pero en la cruz Jesús fue separado de Dios y abandonado por nuestros pecados. Ese dolor sería mayor que el dolor físico. Por eso, si vemos Mateo 26:37 y 38, la noche anterior de su crucifixión en Getsemaní se encontraba Jesús triste y angustiado en gran manera, hasta la muerte.

Y ¿para qué ha dado Dios a su Hijo unigénito? Miren el versículo 16b. “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Aquí primero podemos ver cómo se encuentra el hombre en el mundo. El hombre pecador está ‘perdido’. ¿Cómo es el hombre perdido? El hombre pecador perdido vive sin guía, sin dirección y sin protección de Dios. Y no sabe qué le conviene, y qué no. Por eso hace cosas que no convienen. Y cae en esclavitud bajo el poder del pecado, y se llena de toda maldad e inmundicia (Romanos 1:29-32). También desperdicia su vida en pecados y en las cosas vanas del mundo. El hombre perdido no sabe cómo encontrar paz en su interior, ni verdadera satisfacción y felicidad. Aunque obtuviera dinero, amor humano, conocimientos, poder y fama en el mundo, sigue con ese miedo y sentimiento de vacío en su corazón. Y más que nada, después de la muerte se pierde eternamente en el infierno.
Pero, Dios no quiere que el hombre se pierda así, sino tenga vida eterna. Dios quiere que el hombre pecador se reconcilie con Dios, y tenga paz para con él. Quiere que el hombre tenga verdadera satisfacción y felicidad en Dios. Quiere Dios que el hombre viva bajo la protección y guía de Dios, quien es su Padre y buen pastor. Y desea Dios que el hombre viva en el reino de Dios a su lado eternamente, cuando se acabe este mundo.
Además, si vemos el versículo 16b de nuevo, dice: “para que ‘todo aquel que en él cree’ no se pierda, mas tenga vida eterna.” Dios quiere darle al hombre vida eterna ‘sólo por fe’. Dios quiere regalarle vida eterna ‘sólo por su amor y misericordia’, sin ningún precio que tenga que pagar el hombre.
Por eso Dios ha dado a su Hijo unigénito como el Cordero de Dios, y cargó en él el pecado de todos nosotros, y lo sacrificó en la cruz. Dios consumó la salvación por medio de su Hijo Jesucristo (Juan 19:30). Y al hombre le pide solamente creer en Jesús para que tenga vida eterna.

Y vamos a ver el versículo 17. “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” Dios podía enviar a su Hijo al mundo ‘para condenarlo’. Y la verdad el hombre pecador merecía condenación y muerte. Nosotros mismos antes no reconocíamos la gracia de Dios, ni le dábamos gracias (Romanos 1:21). Los hombres ateos y necios envían naves espaciales exploradoras, desperdiciando mucho dinero, para encontrar algún planeta habitable para el ser humano. Pero la palabra de Dios dice con claridad que creó Dios ‘los cielos y la tierra’. Todas las estrellas fueron creadas para nosotros, y esta tierra es el único planeta que tiene condiciones para que vivamos nosotros. Y no le dábamos gracias a Dios por habernos dado esta tierra. Tampoco le agradecíamos por darnos la vida física, capacidades y talentos, la oportunidad de estudiar carrera universitaria, padres y hermanos, y todo lo que tenemos. Y desechábamos la palabra de Dios. Despreciábamos a Dios, quien es nuestro Creador y Padre. Imagínense, si nuestros hijos nos dijeran: “Tú no eres nuestro padre.” Nosotros les diríamos: “Entonces, ¿de dónde creen que salieron?”, y ellos nos dijeran: “Salimos de la Nada de pura casualidad.” En Isaías 1:2 y 3 dice Dios: “Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento.” Nosotros así hacíamos con Dios. Y sin tener en cuenta a Dios, vivíamos llenos de toda maldad e inmundicia. Realmente Dios podía enviar a su Hijo para condenar y destruir a nosotros. Lo merecíamos.
Pero, Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. ¿Cómo el hombre pecador que merece condenación y muerte puede ser salvo? Porque el Hijo de Dios Jesucristo fue condenado y muerto crucificado por el pecado de todos nosotros. Y todo aquel que en él cree recibe perdón de pecados y vida eterna. Esto es la salvación que ha dado Dios al hombre pecador por medio de su Hijo Jesucristo. De esta manera amó Dios al mundo.

En lo anterior podemos ver ‘cómo es el amor de Dios manifestado en su Hijo Jesucristo’. El amor de Dios es ‘paciente’. En 2 Pedro 3:9 dice: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” Dios no condenó al hombre pecador. Dios no nos condenó a nosotros que vivíamos perdidos en el mundo. Aún no condena Dios al mundo, esperando que los pecadores se arrepientan, crean en Jesucristo y sean salvos. El amor de Dios es tan paciente.
Y el amor de Dios es ‘sacrificante’. ¿Qué sacrificó Dios, y para quién lo sacrificó? Dios ha dado a su Hijo unigénito, lo más amado y apreciado de Dios. Además, lo sacrificó no por los justos, ni por los buenos, sino por nosotros pecadores impíos sus enemigos. Dios sacrificó lo más precioso por los pecadores más viles. En este sacrificio se manifestó el amor de Dios para con nosotros. Por eso en Romanos 5:8 dice: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”
Y el amor de Dios es ‘comprensivo’. Dios ha dado a su Hijo, y por medio de él consumó la salvación. Y a nosotros nos pide sólo creer en su Hijo Jesucristo. ¿Por qué hizo así Dios? Porque Dios sabe que nosotros no podemos salvarnos a nosotros mismos por nuestro propio esfuerzo. En Romanos 8:3 y 4 dice: “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” Dios conoce nuestra debilidad, y él hizo todo para nuestra salvación, y sólo por creer en su Hijo Jesucristo nos da vida eterna. ¡Qué maravilloso y bueno es el amor de Dios! Le damos gracias a Dios y le alabamos por su amor manifestado en su Hijo Jesucristo.

Y al oír el amor de Dios, la reacción del hombre puede ser una de dos: ‘creer o no creer’. Entonces, ¿por qué reaccionan de esa manera respectivamente, y qué es su consecuencia?
Miren el versículo 18. “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” Acerca del que cree en Jesucristo dice también en el versículo 21: “Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.” El que ama la verdad y quiere vivir conforme a la verdad viene a la luz, y cree en Jesucristo. Aunque anduviera en las tinieblas esclavizado por el pecado, anhela la salvación y clama a Dios. Por eso, al oír el amor de Dios manifestado en su Hijo, viene a la luz de Jesús, se arrepiente de sus pecados y cree en él. Y no es condenado.
Pero, el que no cree ya ha sido condenado. Nosotros predicamos el evangelio de Jesucristo a los universitarios. Y muchos dicen: “No me interesa.” Algunos dicen: “Lo voy a considerar.” Pero otros ni siquiera toleran oír la palabra de Dios. Pero, en ese momento ellos ya han sido condenados. ¿Qué es su condenación? Miren los versículos 18 y 19. “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.” Los que no creen en Jesús, ¿por qué lo rechazan? Porque ellos aman más las tinieblas que la luz. Ellos aman las tinieblas y sus malas obras, y aborrecen la luz. Por eso no vienen a la luz, ni quieren arrepentirse de sus malas obras. Esta es su condenación.

Y el que cree en Jesús atestigua que Dios es veraz. Pero el que no cree en él hace a Dios mentiroso. Vamos a ver los versículos 31-35. Jesús viene de arriba, del cielo, de parte de Dios. Y testifica lo que vio y oyó de Dios. Dios le da el Espíritu y sus palabras no por medida. Por eso Juan 12:49 y 50 dice Jesús: “Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.” Y ¿qué testifica Jesús? El hombre es pecador que merece condenación y muerte. Pero Dios amó al mundo, y sacrificó a su Hijo por los pecados del hombre. Y el que se arrepiente de sus pecados y cree en él tiene salvación y vida eterna. Esto es el testimonio de Jesús. Entonces, el que no recibe este testimonio hace a Dios mentiroso. En 1 Juan 1:10 dice: “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.” ¡Cuando los hombres no creen en el evangelio de Jesucristo, ellos están diciendo que Dios es mentiroso! Esto es maldad sobre maldad. Pero el que recibe el evangelio de Jesús atestigua que Dios es veraz.
Y ¿qué es la consecuencia respectiva? Vamos a ver el versículo 36. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” El que recibe el evangelio de Jesucristo con un corazón humilde, sincero y arrepentido tiene vida eterna. Pero el que rehúsa creer en el Hijo de Dios vive sin ver paz ni felicidad en este mundo, ni vida eterna después de la muerte. Lejos de la vida, vive bajo la ira de Dios en este mundo, y cuando regrese el Señor Jesús, por la ira de Dios será condenado y sufrirá eternamente en el infierno. ¡Qué miserables son los que rehúsan creer en Jesucristo!

Le damos gracias a Dios y le adoramos con todo nuestro corazón, porque él nos ha amado con su amor tan paciente, sacrificante y comprensivo. Oro que amemos a Dios con toda nuestra vida, y cada momento renovemos nuestra fe en Jesucristo, y su gracia de salvación y vida eterna en nuestro corazón. Y oro que testifiquemos del amor de Dios manifestado en Jesucristo para que muchos universitarios crean en él, y tengan vida eterna. Amén.

II. El gozo del amigo del Cristo (22-30)

Vamos a ver los versículos 22 y 23. Vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y estuvo allí con ellos, y bautizaba. Y Juan también bautizaba en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas. Dicen que no se sabe con exactitud la ubicación de Enón. Pero se propone que se encontraba cerca de Galilea al norte de Israel.
La cuestión es que, si vemos los versículos 25 y 26, hubo discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación, es decir, el bautismo. ¿Qué discusión habría entre ellos? Después de haber tenido discusión con los judíos, los discípulos de Juan vinieron a él y le dijeron: “Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él.” Aquí podemos imaginarnos qué discusión hubo entre los discípulos de Juan y los judíos. Éstos atacarían a los discípulos de Juan y se burlarían, diciendo que ya Juan el Bautista era un don nadie, porque todo el mundo iba con Jesús. Por eso los discípulos de Juan estaban enfadados, y vinieron a quejarse con Juan. Y ¿qué les dijo él? Si vemos los versículos 27 y 28, les dijo Juan que, si todos iban con Jesús, era porque le fue dado de Dios. Y les exhortó a sus discípulos que ellos mismos fueran testigos del Cristo.

Y les comentó Juan sobre el gozo que tenía en su corazón como el amigo del Cristo. Vamos a ver los versículos 29 y 30. “El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido. Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.” En esta palabra ‘la esposa’ se refiere a la gente que cree en Jesús, y ‘el esposo’ al Cristo, y ‘el amigo del esposo’ a Juan el Bautista mismo. Juan había predicado el bautismo de arrepentimiento. De esta manera él había preparado el corazón de la gente para que creyera en Cristo. Y cuando se manifestó Cristo Jesús, la gente creyó en él, y recibió salvación y vida eterna. Al ver esto, Juan se gozaba grandemente, y tenía el gozo de cumplir su misión.

Nosotros conocemos ese gozo que tenía Juan el Bautista. Dios nos llamó a predicar el evangelio de Jesucristo a los universitarios. Especialmente amó Dios a los universitarios de Puebla, y nos envió a testificarles del amor de Dios y su salvación en Cristo Jesús. Nosotros hemos dado la palabra de Dios a las ovejas, y les hemos ayudado a creer en el evangelio de Jesucristo. Y ellas creyeron en Jesús, y recibieron salvación y vida eterna. Antes ellas vivían perdidas en el mundo, en las tinieblas, con miedo, con el vacío en su interior, bajo el poder del pecado, sin poder librarse de sus pecados, y cansadas y desesperadas. Pero por creer en Jesús ahora tienen paz para con Dios, y están libres de condenación bajo la gracia de Dios, y disfrutan verdadera satisfacción y felicidad y gozo, y viven una nueva vida en Jesús. Y al ver a nuestras ovejas salvas y con vida eterna, nosotros nos gozamos grandemente.
Y este gozo es el que tenía Jesús, al ver a la mujer samaritana, que dejó su cántaro, y fue a la ciudad a invitar a la gente que fuera a conocer al Cristo (Juan 4:28). También es el gozo que tiene Dios en el cielo por un pecador que se arrepiente (Lucas 15:7). Este gozo no se puede conseguir ni por dinero, ni por amor humano, ni por fama y poder, ni por ninguna otra cosa del mundo. Este gozo no lo hay en el mundo. Nuestro gozo es celestial y espiritual.

Le damos gracias a Dios por darnos este gran privilegio de ser amigos del Cristo en su obra de salvación, y de participar en su gozo celestial. Vamos a testificar del amor de Dios y salvación en Cristo Jesús a los universitarios, y tengamos gozo celestial de Cristo y de Dios. Oro que en la conferencia de semana santa muchos confiesen su fe en Jesucristo, y nos gocemos grandemente juntamente con Jesús y Dios. Oro que todas nuestras ovejas también sean amigos de Cristo en su obra del evangelio, y tengan este gozo celestial. Amén.

Conclusión: Nosotros merecíamos condenación y muerte por nuestros pecados. Pero de tal manera amó Dios a nosotros, que ha dado a su Hijo unigénito Jesucristo. Dios envió a su Hijo como el Cordero de Dios, y cargó en él todos nuestros pecados, y lo sacrificó en la cruz, para que no nos perdamos, sino tengamos vida eterna sólo por fe, por su gracia.
Si Dios nos ha amado de esta manera, es natural que creamos en Jesús, y amemos a Dios con todo nuestro corazón y con toda nuestra vida. Oro que cada momento renovemos nuestra fe en Jesucristo y su gracia de salvación en nuestro corazón, y por el amor de Dios manifestado en su Hijo Jesucristo le amemos con todo nuestro corazón. Y oro que testifiquemos del amor de Dios a los universitarios, y participemos en el gozo celestial de Jesús y de Dios. Amén