Seguimos
inmersos en la Octava de Navidad. Concretamente en el VI Día. La
Palabra de Dios nos lleva hasta el Templo en el que, después de
Simeón, aparece Ana, hija de Fanuel de la Tribu de Aser. Una mujer
bastante anciana. Siempre ha estado sirviendo con oraciones y obras
de misericordia al Señor en el Templo.
Ahora habla del Niño a todos
los que se acercan allí. Después como para cerrar estos días,
llega como un Resumen de la Infancia según San Lucas donde cuenta
cómo vuelve a Nazaret, y crece y se robustece ante Dios y ante los
hombres. Continuamos en este Tiempo en el que la Gloria de Dios se ha
aparecido, como Niño en un Pesebre.
Y en este VI Día de la Octava
de Navidad, recordamos al Papa San Félix. Su vida transcurre en el
siglo III. Oriundo de Roma, la Iglesia se encuentra inmersa en una de
las persecuciones más sanguinarias que van a afectar a los
cristianos. Desde pequeño se formó en la Fe cristiana con un gran
fervor a Dios, a Cristo Eucaristía y con gran respeto por la
Iglesia.
También destacaba por su rectitud de intención. Esto le
hizo ser elegido Pontífice. Fue el 26 Sucesor de San Pedro como
Vicario de Cristo. Siempre tuvo una gran vivencia en la Celebración
de la Santa Misa y celebró muy especialmente por los mártires que
derramaron su Sangre como Cristo.
De hecho, lo hacía encima de sus
tumbas. Era la manera de poner de relieve la entrega total de estos
por el Reino de los Cielos. En medio de este ambiente cruento es
descubierto como discípulo del Evangelio. Por esto le apresan. San
Félix muere mártir.