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Existen Jornadas
donde el brillo del sol se une muy especialmente al Misterio Pascual
de la Semana Santa. Como pasa hoy 15 de agosto en el que celebramos
La Asunción de La Virgen. Pío XII proclama de Fe Divina y Revelada
que la Inmaculada Virgen María terminado el curso de su vida
terrenal fue asunta en Cuerpo y Alma a los Cielos”. 

Ser Asunta
significa que es llevada por Dios a las Moradas Celestes. Por eso el
Señor por su propio poder asciende a la Derecha del Padre. Esa es la
diferencia entre Ascensión y Asunción. Un relato de la antigüedad
cuenta que La Virgen pasa por el tránsito de esta vida a la otra.
Todos le dan por fallecida y le sepultan. 

Están muy tristes. Tomás
vuelve de predicar y le cuentan lo ocurrido. Él pide ir al sepulcro
y verla. Los demás le recuerdan su incredulidad cuando Resucita el
Maestro. Pero como insiste van y al abrirlo no había nada. Él
entonces les confirma que al retornar tuvo una visión en la que veía
a la Madre que subía al Cielo llevada por ángeles. 

El Apocalipsis
presenta a la Mujer coronada con doce estrellas resplandeciente. La
antigüedad en Oriente vive “el Tránsito de María”. Gracias al
Sepulcro que se veneraba en el Valle de Josafat se creía en “La
Dormición de la Virgen”. Los monjes y peregrinos llevaron la
Tradición de Oriente a Occidente como Pueblo Fiel. 

El Emperador
Mauricio la introdujo en el siglo V en el Imperio Bizantino de
Oriente y Sergio I la marcó en Occidente bajo el nombre de La
Asunción de la Beatísima Virgen María. San Juan Crisóstomo en
la antigüedad de los Padres de la Iglesia y Santo Tomás de Aquino
defendieron esta Verdad siglos antes de ser definida. 

En el Renacimiento hubo que apoyarse en la Tradición y el Magisterio como
Fuentes de Revelación junto a la Sagrada Escritura para apoyarlo
porque los Protestantes no lo aceptaban ya que solo asumen la
Escritura. Así se llega con el tiempo hasta la proclamación de la
Asunción en el siglo XX.