En
este Domingo XXI del Tiempo Ordinario, seguimos el camino del Señor.
En esta ocasión alguno le pregunta por el número de los salvados.
El Maestro no da cifras, da luces para saber reaccionar ante la doble
conducta porque sino podemos decir una cosa y ser otra muy distinta.
Y en medio de este contexto evangélico del día celebramos al
Apóstol San Bartolomé. Tal y como cuentan los Evangelios, Cristo
después de pasar la noche en oración, llamó a sus discípulos y
eligió a Doce de ellos para que estuviesen con Él.
Entre estos está
San Bartolomé. Felipe fue uno de los que siguió al Señor, y cuando
encontró a Natanael –también llamado Bartolomé-, oriundo de Caná
de Galilea, le presentó al Maestro y le eligió. En le momento del
diálogo, Natanael duda de que sea un Nazareno bueno.
Cuando le ve
Jesús le llama como un israelita en quien no hay engaño. Él por
ese gesto descubre al Mesías al que confiesa. Hasta ese momento
Felipe y Andrés habían seguido a Juan Bautista, el Precursor, y
ahora se sienten atraídos por ese Hombre. Su pertenencia al grupo de
los Doce Apóstoles le hace ser también testigo de la Resurrección
del Señor y de su Ascensión al Cielo y de todo lo que dijo e hizo.
Los Hechos de los Apóstoles le sitúan con el resto del Colegio
Apostólico perseverando con María en la Oración a la espera de la
Venida del Espíritu Santo, en Pentecostés. San Bartolomé como
resto de la Comunidad Apostólica, excepción hecha de San Juan,
muere mártir -por desollamiento- en la India a causa del Reino de
los Cielos.