Existen hombres en
la Historia que han defendido la unidad y lo han conseguido poniendo
su granito de arena. Hoy, por ejemplo, celebramos a San Leandro, que
logró la unificación y la unidad hispánica. Nacido
en Cartagena hacia el año 534, fue hermano de los también santos
Isidoro, Fulgencio y Florentina.
Desde niño tuvo un gran espíritu
de oratoria, plasmado en su fácil palabra, así como un dulce trato
en la comunicación con los demás. Su familia era muy culta y eso le
ayudo en la formación tanto espiritual como cultural.
Tras varios
años en un Convento sevillano -porque sus padres se habían
trasladado a la capital hispalense-, donde se dedicó a la Oración
Contemplativa, fue
designado Obispo de Sevilla. En su ministerio episcopal, presidió el
Concilio III de Toledo en el 589.
Aquí fue donde imprimió carácter
la idea de unidad de España, gracias a la Fe católica, extendida
por toda la Península. De ahí el influjo decisivo del Santo en la
consolidación de la Iglesia hispano- visigoda.
De hecho, según la
historia, viajó a Roma en busca de apoyo espiritual y moral para la
unidad que iba entretejiendo en el territorio español. Allí conoció
a San Gregorio cuando no era Papa. Posteriormente cuando era
Pontífice le regaló al obispo español la Imagen de la Virgen de
Guadalupe que se entronizó en Extremadura.
San Leandro tuvo diversos
escritos. Uno de ellos fue para su hermana Florentina cuando entró
en la vida monástica con la intención de que viviese santamente su
consagración. San murió hacia el año 600, siendo trasladados
posteriormente sus restos hasta la Catedral de la Capital Hispalense.
Es considerado uno de los grandes obispos españoles de aquellos
tiempos.