Existen mártires
que dan su vida a causa de su Fe por el prójimo en un gesto de
supremo amor. Esto le pasó a San Maximiliano María Kolbe que
celebramos hoy. Nace en Pabjanice (Polonia) el año 1894. De gran
formación espiritual sigue a San Francisco de Asís. En Roma se
forma y estudia Filosofía y Teología.
Su apostolado será fecundo
porque quiere de una manera especial a la Virgen y funda allí mismo
la Ciudad de la Inmaculada. En ella hay un Convento, una imprenta,
una emisora de radio y un parque de bomberos. En su celo por extender
el Evangelio es destinado algún tiempo a Japón. Los frutos en su
misión son muchos.
Con el tiempo vuelve a Roma, a seguir trabajando
en la fundación que había llevado a cabo. Pero estalla la Segunda
Guerra Mundial y el entorno de Kolbe, siguiendo las directrices de
Pío XII dan asilo a muchos judíos y perseguidos. En una de las
redadas son detenidos también religiosos y él es uno de ellos. Será
deportado al Campo de Concentración de Auschwitz.
Allí sufren el
horror de los totalitarismos que aniquilan al hombre. Tienen que
celebrar a escondidas y hacen rosarios con migas de pan. Un día
surge un hecho que pone en guardia a los soldados: Un preso se ha
escapado.
Entonces deciden que de 10 en 10 reos irán a las celdas
del hambre en represalia. Uno de los designados es un padre de
familia que se lamenta de no volver a ver a los suyos. En ese momento
Kolbe da un paso al frente y se ofrece por él.
Aceptada la permuta
es llevado a las celdas donde pasan los días y no muere de hambre
con lo cual será rematado con una inyección letal. San Juan Pablo
II le canoniza. A la ceremonia asistió emocionado el hombre por el
que se ofreció a dar la vida. San Maximiliano María Kolbe fue
declarado Patrón de nuestros tiempos imposibles.