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Los
Pontífices del siglo XX han resplandecido por su fortaleza para
guiar el Timón de Pedro. Hoy celebramos a San Pío X, que pastoreó
la Iglesia en los primeros años del siglo pasado. Nacido en el año
1835 en Véneto (Italia), Giusseppe Melchiore Sarto – este es su nombre de pila- estudia en el Seminario de Padua y se ordena
sacerdote, con un ministerio de muchos frutos. 

Así la Providencia le
iba preparando para misiones mayores que requerían mayor fidelidad.
Por eso fue designado Obispo de Mantua. León XIII, repara en su vida
ejemplar y le nombra Patriarca de Venecia. A la muerte de este
Pontífice, es elegido Papa. Regirá al Pueblo de Dios con el nombre
de Pío X. 

Durante su Papado sentó las bases para que, en lo
sucesivo, el poder civil no interviniese nunca más en la elección
de un Pontífice, al tiempo que dio normas para reconciliar la
Iglesia con el Estado Italiano de una forma definitiva. Tampoco
faltaron dificultades. Es el caso de Francia, que rompió los Acuerdos
con Roma. 

Pero uno de los problemas fue la condena de un conjunto de
errores doctrinales llamados modernismo. Entre otras cosas defendía
que no se podía llegar al conocimiento de Dios por la sola luz de la
razón. Con la Bula “Pascendi Dominici Gregis” fue rebatiendo
error a error. Devoto de la Eucaristía, fomentó su culto. 

Insistió
mucho en la meditación de la Palabra de Dios en el hogar para leer
cada día un poco. Su contemplación angustiada de Europa le llevó a
intuir que se avecinaba un grave conflicto que desembocaría en la
Primera Guerra Mundial. Sumido en la pena y enfermedad, San Pío X
muere en el año 1914.