En este Domingo XX
del Tiempo Ordinario, seguimos los pasos del Maestro en el Evangelio
que quiere que su Amor esté en el corazón de cada hombre. Al mismo
tiempo recuerda que por su Causa habrá divisiones. No en vano, ha
habido martirios y matanzas y persecuciones.
Y en este día
celebramos también a Santa Beatriz de Silva. Su vida transcurre en
el siglo XV. Hija de padre militar nace cuando están de servicio a
las órdenes del rey en Ceuta. Su familia es de origen portugués.
Por parte de ellos recibe una esmerada educación en la Fe. Pero
también le dan una formación porque le tocará ir a la Corte.
Y así
sucedió, porque tuvieron que marchar a Tordesillas, en Valladolid.
Beatriz fue compañera de la reina. Su belleza no fue motivo de
gusto, sino que sembró envidias en su interior. La resolución que
hizo fue encerrarla en un baúl. Dios le ayudó y pudo salir
milagrosamente y escapar a Toledo, al Convento de Santo Domingo, el
Real.
Su vida fue rezar y pedir a Dios que le ayudase a
discernir el Plan que tenía sobre ella. Entonces descubrió su
Voluntad con un grupo de jóvenes que se unieron. Así se manifiesta
en su corazón ese anhelo de honrar muy especialmente a María
Inmaculada. Es por lo que funda la Orden de la Inmaculada Concepción,
también conocidas como las Concepcionistas Franciscanas.
Fueron
aprobadas por el Papa Inocencio VIII, en la Bula “Inter Universa”
en 1489. Santa Beatriz de Silva muere en 1491. Su obra se extendió
por toda Europa y el Nuevo Continente, contando con más de 150
Monasterios cuando fue canonizada por Pablo VI en 1976.