Si uno en el recordar los bienes que antes hiciera
halla placer, al pensar — que él era bueno y lo es
y que ni santa fianza quebró ni a trueque ninguno
nombre de dios malusó — para a los hombres burlar,
muchos guardados entonces por largos años, Catulo,
de este maldito amor — gozos te esperan a ti:
pues lo que bien pueda un hombre decir o hacer a los otros,
tanto has hecho tú, — tanto tú dicho de bien;
todo lo cual se perdió, a un alma ingrata fiado.
Conque ¿por qué vas tú — a darte martirio ya más?
¿Qué, si no esfuerzas el ánimo y ya de ahí no te sacas
ni, contra venia de dios, — dejas de ser infeliz?
Duro lo es, un largo amor de repente dejarlo.
Duro lo es; pero así — has, como sea, de hacer:
ésta es la sola salud; esto tienes que conseguirlo;
esto has de hacer, da igual — si es imposible o si no.
Dioses, si hay en vosotros piedad, o si a alguien quisisteis,
a punto ya de morir, — última ayuda traer,
a mí, desgraciado, miradme, y si vida pura he llevado,
esta peste arrancad — y esta rüina de mí,
que, como una modorra escurriéndose en mis entrañas,
del corazón de raíz — toda alegría arrojó.
No ya aquello pretendo de que ella me corresponda
o, lo que no puede ser, — quiera vivir con pudor:
pido estar yo sano y dejar mi negra dolencia:
dioses, con esto pagad — lo que de bueno haya en mí.