Han pasado siglos y siglos y el hombre sigue con sus mismas tradiciones. No cambia porque no ha sido capaz de resistirse al encanto de las deidades. Es por eso que a cada rato jala para acá y luego para allá en busca de un dios que le resuelva los problemas.
Y los sacerdotes, ministros sin credencial por parte de dios, trazan las reglas que debe seguir el humano para alcanzar la gracia de determinado santo.
La gente, principalmente la que durante años no recibe ninguna respuesta de allá arriba porque advierten que sus oraciones no llegan a su destino, buscan otra imagen a la que sobornan con unas monedas con tal de recibir su milagro.
