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Nació en Yásnaya Poliana, en la provincia de Tula en el seno de una familia perteneciente a la más antigua nobleza rusa. Su madre, la princesa María Nikoláyevna Volkónskaya descendía de los antiguos príncipes de Volkonski, y su padre Nikolái Ilich Tolstói era conde. Tenía tres hermanos y una hermana: Serguéi, Nikolái, Dmitri y María; el nacimiento de ésta le costó la vida de su madre cuando aún no cumplía los dos años. Su padre muere de un ataque de apoplejía en 1838 cuando Tolstói acababa de cumplir 10 años.
Los hermanos se trasladan a Kazán, a la residencia de una tía paterna, P.I. Yushkova, donde Tolstói reside gran parte de su juventud estudiando en la Universidad de Kazán , pero abandona sus estudios en 1847. Los termina en San Petersburgo en la facultad de Derecho.
Se traslada a Moscú con intención de buscar un empleo o un casamiento conveniente. En aquel período de indecisiones, acosado de deudas contraídas en el juego se declara la guerra con Turquía y su hermano Nikolái, teniente de artillería, lo insta a ir con él al Cáucaso, en el Valle de Térek. Al llegar a la stanitsa Tolstói se desilusiona y se arrepiente de su viaje. Pocos días después acompaña a su hermano que debía escoltar un convoy de enfermos hasta el fuerte de Stari-Yurt. Cruzan las fuentes termales de Goriachevodsk donde Tolstói, algo reumático, aprovecha para tomar baños termales y donde conoce a la cosaca Márenka, idilio que reaparece en su novela Los cosacos.
Tolstói no pertenecía al ejército, pero en una de las campañas, el comandante, príncipe Bariantinski, repara en él y tras unos exámenes Tolstói ingresa en la brigada de artillería, en la misma batería que su hermano, como suboficial. Tiempo después consigue permiso para una cura reumática en las aguas termales en Piatigorsk, donde aburrido de pasar largas horas encerrado en su habitación se pone a escribir. El 2 de julio de 1852 termina Infancia y fruto de su estancia escribe La tala del bosque y los relatos de Sevastópol.
Poco después de ser testigo de tantos sacrificios y heroísmo en la campaña de Sevastópol se reintegra a la frívola vida de San Petersburgo, sintiendo un gran vacío e inutilidad.
"He adquirido la convicción de que casi todos eran hombres inmorales, malvados, sin carácter, muy inferiores al tipo de personas que yo había conocido en mi vida de bohemia militar. Y estaban felices y contentos, tal y como puede estarlo la gente cuya conciencia no los acusa de nada"