“En ella no percibís la mujer” decía Benedetto Croce sobre María Giuseppina Guacci, acentuando la ética mantenida hasta la fecha de lo público y lo privado, lo masculino y lo femenino en el terreno de la creación literaria; una ética subjetiva y parcial que partía de posiciones sociales, de lugares en el mundo: al hombre le estaba destinado el poder, la gloria, las grandes hazañas; la mujer, por el contrario, se posicionaba como templo de virtudes o serrallo alegre, pero siempre en la esfera de lo íntimo y en silencio.