El primer modo en que nos introducimos en la celebración es con el canto de entrada, que acompaña la larga o corta procesión del sacerdote y los ministros al altar.
¿Por qué cantamos en la Misa? ¿No sería mejor, en algunos casos –seguro lo pensaste ante algún cantor desentonado–
hacer silencio? ¿O reemplazar las voces de los fieles, no siempre tan agradables, por alguna grabación?
Pero es que el canto y la música no tienen en la Misa una
función sólo estética o decorativa...