La Iglesia Católica del siglo XXI está considerada una potencia económica, porque emplea a millones de personas, posee una ingente cantidad de bienes inmuebl es y lleva a cabo inversiones de todo tipo a escala global. Sin embargo, esta riqueza no ha sido ajena a la controversia, dados los principios inspirados en el Evangelio que la fundaron. Las finanzas vaticanas han estado rodeadas de escándalos durante décadas.