“Y Uzías preparó para todo el ejército escudos, lanzas, yelmos, coseletes, arcos, y hondas para tirar piedras. E hizo en Jerusalén máquinas inventadas por ingenieros, para que estuviesen en las torres y en los baluartes, para arrojar saetas y grandes piedras. Y su fama se extendió lejos, porque fue ayudado maravillosamente, hasta hacerse poderoso. Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar del incienso” 2 Crónicas 26: 14-16
El rey Uzías fue uno de los reyes de de Judá que inició su periodo de reinado cuando apenas tenía 16 años. Fue un hombre con visión, con sabiduría y con el tiempo fue próspero. En el tiempo que fue rey, los países vecinos no querían pelear contra el ejercito porque estaban seguros que pelear contra los hijos del Dios Altísimo al mando del rey Uzías sería una inminente derrota. Su edad no fue impedimento para que comenzara a reinar. Dios le ayudó grandemente hasta hacerse poderoso. Fue bendecido por el Eterno, de una manera única, se hizo fuerte, famoso, para su tiempo tenia la mejor tecnología de guerra y así muchos beneficios que salieron del Trono de Dios. Su orgullo, altivez y arrogancia fue la decadencia de un rey que tuvo el favor de Dios, pero que con el tiempo, se olvidó que todo lo que tenía no era por él, sino por Dios.
Así suele pasar con el ser humano. Cuando no tiene nada, ora hasta por la comida, ora por la protección, por un trabajo y hasta por salud. Pero cuando logra obtener todo eso y más, se olvida de Dios. Nuestro Señor es Dios de bendición, de amor y gracia. No podemos olvidar nunca que todo lo que tenemos, hacemos o somos es por la ayuda que diariamente viene del cielo. Este mundo es pasajero, nada podemos llevar en nuestras maletas cuando El Señor nos llame a su Presencia.
Piense por un momento que usted tiene, que tenía y que quiere tener. Por más esfuerzo humano, los creyentes debemos de reconocer que alejados de Cristo nada podemos hacer. Cuando reconozcamos que de Dios viene la ayuda, la salud, la provisión, la paz y el gozo, estaremos agradecidos y felices.
Hoy te compartimos estos versículos:
Bendito sea Jehová, que oyó la voz de mis ruegos. Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui ayudado, por lo que se gozó mi corazón, y con mi cántico le alabaré” Salmo 28: 6-7