En una construcción de un edificio, se encontraban dos compañeros en medio de sus labores, y estaban usando maquinaria pesada como taladros y martillos hidráulicos los cuales hacían mucho ruido. En medio del trabajo uno de ellos no dejaba de hablar, contándole sus sueños sus proyectos, de su esposa e hijos y lo que quería hacer cuando llegara el día de irse a vacacionar.
Cuando fueron a almorzar, el que estuvo hablando todo el tiempo le preguntó a su compañero, ¿cuál era su opinión de lo que él le estuvo hablando por la mañana? A lo que su compañero le respondió: “no puedo opinar nada, porque todo el tiempo que estuve con mis herramientas estaba escuchando música con mis audífonos, lo cual me hizo imposible escucharte”
Esta historia pareciera una realidad para muchas personas, que por los afanes de la vida, los quehaceres diarios, las preocupaciones y ocupaciones no escuchan a Dios. El Señor siempre está hablándonos. Su Santo Espíritu estará con nosotros siempre, y El Espíritu Santo no es un compañero y amigo aburrido, todo lo contrario, Él siempre nos ayuda, nos consuela y nos motiva a seguir creciendo y buscando más de Dios. Constantemente nos habla, nos da visiones, sueños e impresiones espirituales para mostrarnos más sobre lo que Dios quiere para nosotros.
Dios nos está hablando constantemente, pero en algunos casos no buscamos el diseño. El diseño es de Dios, y la revelación ha sido dada a nosotros.
Siempre que hablamos con Dios, que lo escuchamos y obedecemos lo que Él nos dice, nuestra vida cambia para bien. La voz de Dios transforma desde adentro hacia afuera la vida de sus hijos.
Hoy te compartimos este versículo:
“Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios” éxodo 34: 29