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“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” Mateo 26: 36-39
El aceite de oliva data desde el tiempo de los egipcios que lo preparaban en sacos, al presionar los sacos extraían el aceite. Así podemos hablar de los griegos, los romanos y los árabes, que han tenido diferentes técnicas para exprimir las aceitunas y de esta manera tener los mejores aceites.
Lo primero que se tiene que hacer es la separación de las hojas de la aceituna, y luego el lavado. Para sacar el mejor aceite por milenios los hombres han entendido que debe de ser sin triturar la aceituna, sino mas bien haciéndolo con la primera presión. Al día de hoy la industria utiliza maquinas donde las aceitunas son molidas durante 20 minutos a una temperatura de 19 grados centígrados. Para que al final en las mesas de millones de personas puedan disfrutar de un excelente aceite de oliva extra virgen.
Jesús fue a orar al Getsemaní que este nombre significa molino de aceite. El estuvo ahí horas orando y sufriendo el proceso de extracción y separación. Si lo comparamos con el aceite de oliva, Jesús tuvo un proceso similar. Fue limpio, después separado y cuando ya estaba maduro, fue molido y triturado.