Hablando se entiende la gente, así dice el dicho. Hablando, contando, diciendo, podemos intentar ser oídos, entendidos.
Cuando no decimos, nos guardamos todo, aún el cuerpo se enferma.
David dijo en el Salmos 32:3 Mientras callé, se envejecieron mis huesos
En mi gemir todo el día.
El había pecado, y no se lo había confesado a Dios. Cuando lo pudo decir, sintió la libertad que la misericordia y su perdón puede dar.
Dice también en Gálatas 6:2 Ayúdense a llevar los unos las cargas de los otros, y obedezcan de esa manera la ley de Cristo.
Cuando acumulamos cosas, podemos vernos desbordados, actuando mal, dando rienda suelta a la ira, sin necesidad de llegar a eso.
Tener un confidente, quien nos fortalezca en la debilidad, ayudándonos a sobrellevar lo que nos toca, es una idea divina.
Jesús, el hijo de Dios, más allá de su relación con el Padre, tenía 3 amigos especiales, dentro de los 12 apóstoles. Compañeros de oración, quienes, aunque en algún momento le fallaron y se durmieron, fueron importantes y especiales en su vida y ministerio.
Para terminar y meditar Santiago 5:16
Confiésense los pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos.