27 de diciembre de 2019 - El reciente viaje del Papa Francisco a Japón nos ha hecho recordar que el cristianismo fue llevado a aquellas islas por san Francisco Javier y otros jesuitas. Los ejemplos de fidelidad a la fe católica que los miembros de las comunidades allí surgidas han dado, sobre todo en tiempos de persecución, suscitan rendida admiración. Y esto fue lo que le sucedió, ya en tiempos de tolerancia religiosa, al médico ateo Takashí Nagai, quien, en 1932, viéndose obligado a asistir por puro compromiso a la Misa de Nochebuena, experimentó, durante la celebración de la Eucaristía, una conmoción interna: «Sentí la presencia de Alguien a quien yo aún no conocía», confesó más tarde. Aconteció, así, de nuevo, en aquella iglesia, el misterio de la Navidad. Y es que Cristo nace siempre, callada y humildemente, al igual que en Belén, en los corazones.