Listen

Description

10 de enero de 2020 -Han concluido las fiestas de Navidad, días en los que fluye connaturalmente la alegría, acaso ensombrecida por la inevitable tristeza que hayan podido traer a nuestra vida los adioses, los desencuentros o los fracasos. Resulta fácil alabar a Dios cuando todo nos va bien; es precisamente en la adversidad cuando se nos reclama que lo alabemos con toda el alma, sacando fuerzas de no se sabe dónde; y si nos falta la alegría, hemos de crearla, extraerla de la nada. La alegría es un don, y también un mandamiento, y se muestra en toda su grandeza y hermosura cuando hacemos ofrenda de ella a Dios, formándola de materiales que teníamos por estériles, desechables y aborrecibles, como son la desolación, el desánimo o la desesperanza, y atrevámonos a decir: «Yo te alabo, Señor mío, y, por Ti, haré todo lo posible para que la tristeza se me vuelva alegría».