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Sexta semana de la desescalada, ya en la fase 3. Se vislumbra el final, la semana que viene se da por concluido el estado de alarma, por lo que estamos en el penúltimo programa de este Diario de un Confinamiento.

Poco queda ya para la llegada de la “Nueva Normalidad”, si es que no estamos ya en ella, y lo único lo único que diferencia esta fase es un puro trámite administrativo.

Al fin y al cabo, ya vuelve el fútbol, ya vuelve la liga…ya están abiertas las terrazas e incluso las barras de los bares…que Nueva Normalidad, ya está aquí la “Pura Normalidad”

Dame pan y dame circo…

(Mauer)

Dame pan y dame circo…«Panem et circenses», termino acuñado en Roma por el poeta satírico Juvenal en su Sátira X.

«Desde hace tiempo –exactamente desde que no hemos de vender a nadie el voto–, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si otrora concedía mandos, haces, legiones, en fin, todas las cosas, ahora se deja hacer y solo desea con avidez dos cosas: pan y circo».

Ante la inminente crisis del Coronavirus, lo más sensato sería pensar que lo más urgente sería hacer pruebas médicas, reforzar el sistema sanitario, proteger a nuestros mayores, fomentar la cultura entre la ciudadanía y establecer medidas urgentes para recobrar el pulso de la enseñanza en las escuelas y universidades.

Sin embargo las escuelas siguen vacía y las terrazas llenas de adolescentes tomando café, nunca en mi vida había visto tanto chabea puestos de cafeína.

Y sorprendentemente, parece ser más prioritario recuperar el fútbol frente a la educación, que ha llenado un espacio televisivo en las noticias en un momento de drama absoluto. No creo que se casual.

Volvamos a Roma; en un contexto de expansión del imperio romano, y tras la paz Augusta que finiquitó varias guerras civiles. El fin de la República, había sido un mar de conflictos y luchas entre caudillos.

En contraposición a estas luchas también era el tiempo de los grandes literatos com Cicerón y Salustia, de la filosofía, de las artes, la arquitectura y la ingeniería.

Fue entonces cuando se concluyó el debate entre libertad seguridad. Un estado omnipotente y omnipresente, una maquina totalitaria, en detrimento de las libertades.

Desde ese momento triunfó otro tipo de ocio, lejos del educado «otium cum dignitate» de Cicerón y de los intelectuales romanos que fue la médula espinal de la deslumbrante República, que sienta las bases de la gloria de Roma.

Las carreras de carros (herencia del mundo Helénico), los gladiadores.

Un abismo ético y cultural que media entre el atletismo griego y los espectáculos romanos, de carreras, fieras y combates, en el circo y anfiteatros romanos.

En el atletismo griego la excelencia individual y la superación estaba en juego; pero en Roma se convierte espectáculo para masas con pretensiones de anulación espiritual.

Estos espectáculos fueron promovidos por gobernantes para mantener a la plebe contesta y sobre todo controlada.

Y es aquí cuando nace el precedente de nuestro ocio de masas moderno.

Basta recordar cualquier Peplum Cinematográfico, desde Ben-Hur a Gladiator para reconocer en las masas enforvorecidas que apoyan cada auriga, cada combate, cada enfrentamiento organizadas en facciones fanáticas apoyando a estos competidores vestidos de diversos colores (azules, rojos, verdes, naranjas)

Qué lejos está este ocio estéril de entretenimiento vacío, de se otro ocio del que hablaban los griegos definido por ellos como «scholé» (de donde viene la palabra «escuela»)

Cuando las libertades acabaron se potenció una Roma brutal, del circo y del anfiteatro, la misma arena donde se sacrificaron por diversión gladiadores, animales y presos varios.

De esos lodos estos barrizales, ocio mal entendido, entretenimiento vacío, arma de propaganda, embrutecimiento y dominación.

Qué gran modernidad, podríamos pensar, la de estos romanos: ellos no conocieron el omnipresente fútbol, los programas del corazón y los «realities», pero fueron precursores de nuestra idea de actual de un ocio de masas, fomentado por el poder, alienante y ajeno a cualquier ejercicio intelectual. Es claro que los políticos siguen queriendo, siglos después, mantener al pueblo entretenido de una manera fácil: priorizar el fútbol en esta terrible crisis antes que otro tipo de ocio es una señal inequívoca.