En nuestra casa tenemos un lugar para venir a agradecer. Te sientas y no escuchas más que el sonido de la vida: el aire, el agua, los pájaros, los árboles y sus hojas sacudidas por el viento.
Pienso si la Fe puede ser asociada a un sonido, y de in-mediato es este el que imagino.
¿Habrá música en el lugar de donde vinimos?
Estoy conectado con mi esencia, mientras dejo que el tiempo tome el control. Es que estamos en esos días en los que el alma se pone triste.
Pero no es depresión. Es una mezcla de angustia con sentimientos de muchos colores. Porque en ese mismo estado de paz estaba mi alma en 2013, antes de las cinco y media de la tarde del primero de octubre.
Había música, que interpretaba el músico más puro de este mundo, mi hijo Agustín. Había sabores, dulce de durazno y pequeños trozos de bizcochos. Había amor absoluto, impoluto. Había ternura, caricias y miradas que no necesitaban fundamentos...