Listen

Description

Dos palabras que se oponen entre sí; una es una virtud y la otra, un vicio: “resiliencia” y “procrastinación”. Y aunque parecen palabras rebuscadas, el hábito que creamos de cada una de ellas puede destruir o potenciar nuestras vidas.

Leí que los latinoamericanos somos “procrastinadores crónicos”: nos encanta dejar para mañana lo que DEBEMOS hacer hoy. Cuántas veces dejamos de lado algo sumamente importante que debe hacerse de inmediato. Lo pensamos, lo proyectamos… pero muere ahí, en nuestra mente, como una mera idea. Y es que las ideas son buenas, pero si no se materializan, no son nada.

Nos quejamos de nuestros resultados cuando no son de nuestro agrado, pero continuamos haciendo las mismas cosas que generan el mismo resultado negativo.

Sabemos que la falta de diálogo con las personas que amamos puede terminar en una incomunicación que destruye, pero igual dejamos para mañana esa conversación importante. Tenemos la certeza de que ese mal hábito que lastima a quien nos ama debe ser eliminado, pero igual nos justificamos diciendo: “hoy es la última vez que lo hago”.

Le tenemos miedo al fracaso y como consecuencia no actuamos, generando así un nuevo fracaso. Nos paralizamos y jamás EMPEZAMOS, “mejor mañana”.

Por otro lado, muchos nos encerramos en nuestro dolor y mutilamos nuestras almas sintiendo pena por nosotros mismos. Lo justificamos diciendo: “mira lo que me pasó, es obvio que debo estar angustiado”.

La palabra “resiliencia” se define como la capacidad de salir fortalecido de situaciones adversas. Parecido a lo que dice ese viejo refrán: “lo que no te mata, te fortalece”; y quizás nuestros ancestros se referían un poco a esta palabra difícil de pronunciar, aun sin haberla conocido.

Todos, en alguna medida, hemos pasado alguna vez en nuestras vidas por momentos duros. Jóvenes que conocen su primer fracaso cuando se ven frustrados en sus intentos por estudiar, enamorarse o conseguir un trabajo que anhelan. Padres que perdimos a nuestros hijos. Hijos que perdieron a sus padres. Personas comunes y corrientes que son engañadas después de haber dado todo por amor. Y la vida es eso: adversidad permanente. Y así pasamos días, meses y hasta años… buscando la felicidad, sin percatarnos de que la felicidad que perseguimos de manera incansable se construye con la suma de millones de pequeños momentos felices, que muchas veces dejamos pasar. Están ahí, son pequeños... y aunque podemos verlos elegimos ignorarlos y buscamos algo grande que merezca nuestra atención.

Un minuto acariciando las cabezas de nuestros hijos, mientras con los ojos nos dicen cuánto nos aman. Treinta segundos disfrutando del beso del amor de nuestras vidas. Quince segundos respirando aire puro, mientras escuchamos el sonido de la naturaleza… son algunos de los miles de millones de pequeños momentos felices que la vida nos regala cada día, y que nosotros en nuestra ignorancia dejamos escapar.

Conociendo en profundidad cada una de estas palabras, podemos comenzar por ELIMINAR de nuestras vidas la procrastinación y adoptar como forma de vida a la resiliencia; sin olvidarnos de que es primordialmente la vida misma la que se encarga de prepararnos y fortalecernos con cada situación que debemos afrontar. Nuestra Fe en nuestro Padre, nuestra paz espiritual, nuestra perseverancia y fuerza de voluntad pueden contra toda fuerza adversa que se presente delante de nosotros.

El fracaso es el cimiento más firme del éxito. Un éxito irrefutable es el que se afirma sobre pedacitos de frustraciones que nos enseñaron y prepararon para LA MEJOR DE LAS VIDAS.