vTres amigos conversan acerca de la fabricación de bulos desde los medios de comunicación o los partidos políticos. ¿Puede considerarse libertad de expresión la difusión de una mentira? ¿Están determinados periodistas y políticos más ocupados en deformar que en informar? ¿Cómo se debe afrontar este fenómeno para garantizar el derecho a ser informados? Aparentemente, los ciudadanos no tienen más opción que formarse para ser capaces de identificar una información falsa o falaz. Por otro lado, existe la vía punitiva, pero es delicada, puesto que podría volverse en contra o poner en peligro otra serie de cuestiones.