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Dos niños estaban jugando, en un tranquilo patio, a inventarse un idioma especial para
poder hablar entre ellos sin que nadie más les entendiera.
- Brif, braf -dijo el primero.
- Braf, brof -respondió el segundo.
Y soltaron una carcajada.
En un balcón del primer piso había un buen viejecito leyendo el periódico, y asomada a la
ventana de enfrente había una viejecita ni buena ni mala.
- ¡Qué tontos son esos niños! - dijo la señora.
Pero el buen hombre no estaba de acuerdo:
- A mí no me lo parecen.
- No va a decirme que ha entendido lo que han dicho…
- Pues sí, lo he entendido todo. El primero ha dicho: “Qué bonito día”. El segundo ha
contestado: “Mañana será más bonito todavía”.
La señora hizo una mueca, pero no dijo nada, porque los niños se habían puesto a hablar
de nuevo en su idioma.
- Maraqui, barabasqui, pippirimosqui -dijo el primero.
- Bruf -respondió el segundo.
Y de nuevo los dos se pusieron a reír.
- ¡No irá a decirme que ahora los ha entendido…! -exclamó indignada la viejecita.
- Pues ahora también lo he entendido todo -respondió sonriendo el viejecito. El primero ha
dicho: “Qué felices somos por estar en el mundo”. Y el segundo ha contestado: “El mundo
es bellísimo”.
- Pero ¿acaso es bonito de verdad? -insistió la viejecita.
- Brif, bruf, braf -respondió el viejecito.
Texto:Giani Rodari
Locución: Rosa Antonia
Ilustración: Matias Trillo