LA SOLEDAD
Después de tanto tiempo decidió cambiar su nombre.
Era demasiado largo y ¡ lo había llevado durante mucho tiempo¡
Soledad, trae esto, Soledad lleva aquello. Soledad por aquí, por allá. Nadie ni nada la dejaban quieta.
Soledad necesitaba un gran descanso y decidió hacer honor a su nombre.
Se aisló durante una temporada. En una habitación encerrada, donde sólo una ventana pequeña la comunicaba con el exterior y donde lo único que contemplaba era la pared de la casa de enfrente.
Allí todas las mañanas ventilaba su habitación e imaginaba lo que podía ser la tapia que se veía delante de ella.
Si, hoy sería un paisaje costero. Un gran acantilado que parecía erguirse y levantarse exhuberante ante un mar bravo y valiente que le desafía con su constante abatimiento de olas.
Pero no, el mar arrastraba sus arenas. Se introducía en lo más íntimo de sus compactas rocas y poco a poco iba dejándolo desnudo, suelto, sin fuerza y sobre todo frágil. Así terminaría empequeñeciéndose hasta que desapareciera.
Otro día veía el más verde de los prados jamás imaginado.
La hierba estaba fresca. El rocía de la noche anterior había revitalizado su esplendoroso color. Olía a humedad. De ven en cuando abría sus pétalos alguna florecilla silvestre que magestuosamente introducía colores vivos y alegres para complacencia de Soledad.
Pero los insectos...Si ellos aparecían. Como una nube molesta y persistente. Se paseaban por el prado, lo llenaban de motitas negras y la vida que irradiaba el prado se transformaba en amenaza de enfermedad y malestar.
No la imagen ya no era agradable y Soledad cerraba su ventana y corría las cortinas para no dejarse arrastrar por el desasosiego que producía este nuevo inconveniente.
También imaginó una hermosa cadena montañosa donde el nevero de sus cumbres aún estaba lleno de nieve. El agua corría en forma de ríos desde las cimas de las colinas.
Era un agua cristalina, transparente, fresca y cantarina, donde un número incalculable de pececillos saltaban alegres dejándose ver de vez en cuando.
Al llegar al remanso, los ríos se mezclaban con el color grisáceo de la calle que se veía desde la ventana. Los peces ya no saltaban y el color transparente del río se transformaba en un marrón chocolate.
La vida se apagaba, se estancaba y todo empezaba a emitir un hedor a podredumbre.
Pasaba el tiempo y cada mañana imaginaba cosas diferentes. Mas definitivamente nada la convencía.
En su habitación y con la ventana cerrada Soledad se decía a sí misma, mejor sola que mal acompañada.
Imagino e imagino cosas, pero nada perdura, todo tiene infinidad de inconvenientes.
Analizaba su nombre y en el silencio de la habitación se encontraba con ella misma. Soledad es tu espacio, tus cosas, tu mirada, tu cuerpo. Es quererte como eres. Emocionarte con lo qe sientes...Pero faltaba algo..
Si, faltaba compartirlo y manifestarlo al exterior.
Por eso tomó la gran decisión: AHORA SERÉ SOL.
Sol podrá salir todos los días. Durante ese tiempo estará activa. Explorará lo que tiene a su alcance. El sol da vida a todo lo que le rodea. El sol es alegre, dicharachero, chispeante y comunicativo.
La brevedad de su nombre le da el dinamismo que se necesita para soñar e imaginar.
Al oscurecer sol, analizaría sus vivencia. Tomaría las decisiones oportunas y con la alborada del nuevo día lo pondría todo en práctica.
Nunca es demasiado tarde para cambiar y definitivamente a partir de ahora ella sería SOL.
Texto:Celes Ramirez
Locutora:Consolacion Raboso
Ilustración:Lucia Torres