El caballero de la “fina figura”, nació en un pueblo castellano. Lugar extenso, seco y árido, la mayoría de las veces; pero fuerte y robusto como el más fornido de los robles.
Su familia, vecinos y amigos disfrutaban con las hazañas que desde pequeño ya realizaba.
Pronto descubrió que debía de vivir intensas aventuras y se adentró en el mundo de los videojuegos. Mario Bros, era su héroe.
Algún día se decía, seré tan fuerte y hábil como él. Venceré dragones, saltaré de castillo en castillo. Los fosos no existen, no son obstáculo para mí. Con mi superpoder y destreza llegaré hasta la cima más alta que en la pantalla se puede alcanzar.
Sólo quería sumar y sumar puntos. Ser el mejor. El mejor caballero que desde su pequeño cubículo negro, llamado pantalla, arrebataba el poder de todos los que a él se acercaban.
Tanto y tanto interactuar terminó por hacerle perder la cordura.
Su gran amigo, que siempre era derrotado, le aconsejaba que solo usara la máquina para disfrutar.
“No es bueno sentirte como Mario. Él solo es una fantasía”. Le decía constantemente.
“Tú no tienes libros, solo CD rom y más CD rom de juegos. ¿No comprendes que eso no es positivo para tí?
Un día como el caballero de la triste figura de un lugar de la Mancha, decidió que ya era hora de hacerse nombrar: “Guerrero de las tierras castellanas”.
Cogió su traje, gorra y las pequeñas armas con las que contaba: láxer, puñales, espada… y se hizo nombrar GUERRERO ANDANTE, porque a partir de ese momento él sería CAMINANTE.
Necesitaba una heroina que le acompañara en sus andanzas y así fue como supergirl apareció en su vida.
Era una muchacha morena, bajita, con enormes gafas verdes y a la que le molestaba todo lo que no se relacionara con el chocolate.
“Mira, Super Mario” le decía su amigo”. Esa chica no está interesada en conquistar palacios, ciudades...No le gusta luchar y mucho menos saltar los enormes ladrillos con los que te vas a encontrar”.
Él no le escuchaba. Imaginaba que los dos juntos recorrerían lugares peligrosos, que a fuerza de derrotar a los intrusos, explorarían esos sitios para conquistarlos y una vez que se adueñasen de ellos, lanzarse a nuevas aventuras.
Pronto Doña Chocolate se cansó. Se burlaba de él y con gestos poco decorosos murmuraba a todos los vecinos y conocidos la pérdida de cordura de nuestro caballero andante.
¿“Si será que un día creyó que en la calle había un enorme dragón que lanzaba grandes llamaradas de fuego que quemaban todas las casas y objetos que en la calle estaban”?
“Sacó la manguera y con un enorme chorro de agua ¡ZAS¡ inundó los bajos de las casas colindantes, vehículos… y como no, Él se puso como una sopa.
Cogió un enorme constipado y tuvieron que venir los bomberos y llevárselo al hospital, donde en una cama tiritando de fiebre contaba a los doctores, a los que veía como guerreros derrotados, que había vencido al enorme dragón de siete lenguas que arrojaba llamaradas para destruir su fortaleza.
“Que no”, le decía yo, “que no había dragones, “eran gatos que habían iniciado una pelea por conseguir atrapar a un pequeño ratón que paseaba plácidamente calle arriba y calle abajo.
Podríamos contar infinidad de aventuras y desventuras que Mario Bros protagonizó.
Más por su manera persistente de transformar la realidad consiguió que todo el mundo al verlo le señalaran y comentaran:
“Por ahí va EL CAMINANTE. Aquel al que la pantalla ha transformado en una persona fantasiosa y errante”.
Pero él se decía a sí mismo: no importa lo que digan. Como otro célebre personaje, al que admiro por su destreza y valentía, mi amigo D. Quijote, siento que si
“hablan de nosotros es señal que caminamos·.
Texto: Celes Ramirez
Locutora: Alicia