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El Titanic. Un icono que ha trascendido más allá de su propia leyenda. Aquel majestuoso barco y los que, junto a él emprendieran su primer y último viaje, jamás hubiesen podido imaginar todo lo que dicha experiencia provocaría, y no solo en el ámbito de la vida civil y del transporte marítimo.
Y es que el aquél viaje truncado, el más recordado de la historia, llegó a trascender con tal virulencia que es difícil encontrar a alguien que no haya oído hablar de su historia 107 años después.
En esta ocasión no vamos a hablar del Titanic histórico, el que sucumbiera frente a las costas de Terranova la noche del 14 al 15 de abril de 1912. Aquel majestuoso coloso de los mares que comenzara su trayecto desde el puerto de Southampton para nunca llegar a Nueva York.
Es precisamente ahí, en su hundimiento donde iniciaría un recorrido hacia su leyenda que le otorgaría, ironías del destino: la inmortalidad.
Una inmortalidad plasmada en el séptimo arte que ha posibilitado que todos nosotros pudiéramos estar dentro de aquel buque de los sueños.
¿Quién no ha imaginado alguna vez pasear por sus pasillos y camarotes, visitar su puente de mando, presenciar una velada en su majestuoso salón o disfrutar de las vistas del océano durante el atardecer?
Gracias al cine, hemos podido conocer muchos rincones olvidados de un Titanic que se resiste a desaparecer de la memoria colectiva.
Desde Salvada del Titanic, protagonizada por Dorothy Gibson allá por 1912, hasta la oscarizada Titanic de 1997, dirigida por James Cameron, han sido muchos los directores que han llevado a la gran pantalla la historia de este barco de los sueños rotos y son muchas las historias que se han producido durante sus rodajes.
Desde nuestra nave del misterio, hoy contamos con Carlos Dueñas quien nos va a llevar al Titanic más cinematográfico para mostrarnos sus otros misterios, aquellos que se ocultan entre bambalinas, los que se rodaron tras el telón y que no aparecen en ningún guion escrito.

Dirige y presenta: Javier Belmar