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Description

Al leer este cuento me viene a la memoria mi amigo Alejandro. Se había ido a escalar el Mont Blanc con Ángel. Llegaron a la base de la montaña y se dispusieron a dormir unas horas, antes de empezar la escalada. Se echaron con sus sacos de dormir en el suelo, al lado del auto. Se levantaron felices de madrugada para desayunar y para empezar su deporte favorito. Pero no pudieron porque se encontraron el auto con una ventana rota. Los amigos de lo ajeno habían entrado en el coche y le habían desvalijado todo lo que tenían, con todo el material de alta montaña. Todavía recuerdo el mal humor de Alejandro, inolvidable para los que le queríamos de verdad. Sus mini vacaciones truncadas. No podían hacer la escalada porque le habían robado todo el material deportivo, que, por cierto, es bastante caro. Viaje de muchos kilómetros totalmente inútil. Alejandro tenía corazón grande y genio vivo. Los improperios que les dijo a “sus amigos” ladrones son irrepetibles. El enojo era grande. Quizá alguien le tenía que haber dicho, como el campesino chino, “veremos lo que trae el tiempo”.