La enseñanza del puente romano
Observo el río Miño desde un puente construido en el siglo I, aunque luego retocado varias veces a lo largo de la historia. A la distancia, siguiendo el río a contracorriente, me encuentro con el puente del milenio, construido en el año dos mil y un poco más arriba subiendo hacia la montaña, con el edifico del Seminario en el que estudié siendo un adolescente.
El puente romano me dice que lo que tiene buena base permanece a lo largo del tiempo; el del milenio que ahora las cosas se hacen de forma distinta y el Seminario, en el que muchas veces me insistieron en que hay que ser fiel a los principios.
¡Cuánto cuesta cambiar a las instituciones entradas en años! ¡Cuánto evolucionar sin dejar de tener bien enterrada la raíz!
Las grandes religiones como cruceros gigantes se niegan a seguir el ritmo de los cambios. Han acumulado tantos bienes, materiales, culturales, sociales, políticos, poder, ciencia…, tantas riquezas que pasan mucho tiempo, la mayoría, poniendo guardianes y cerrojos, protegiendo, luchando contra molinos de viento que pueden llevarle esos tesoros acumulados.
Pero ya no hay otra salida. La historia hoy no corre, vuela. Y como el viento es fuerte, el que esté muy sujeto de raíz y sea poco flexible se romperá.
Sigo en parado en medio del puente romano mirando a mis amigos, el puente del milenio y el Seminario en el que me formé, los tres me gritan al oído que los dogmas rígidos se caen, que la vida es movimiento.
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Dr.Gumersindo Meiriño Fernández
