Un psicoterapeuta propuso a una de sus pacientes que investigara, en las distintas circunstancias de su vida, qué sentía. Ella, una mujer culta con un alto cargo empresarial, respondía que no sentía nada. –Ya sabe que nunca siento nada, que soy como un témpano.
Un día, en la consulta, el psicólogo le agarró fuertemente una mano y le preguntó: -¿Sientes algo?. Ella respondió: –Sí, claro que sí, siento su mano sobre la mía.
–No señora, -dijo el terapeuta-, eso no es sentir. Cierre los ojos y sienta. Tomé su mano y usted me dice que la siente, eso es una idea, no un sentimiento.
Volvió a apretarle la mano: –Dígame, de nuevo, ¿qué siente?
La mujer turbada respondió: –Sí, ahora siento sus dedos.
–No, señora, no. A ver cierre los ojos, y vaya con la mente a dónde está mi mano y dígame, ¿siente algo?
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