Luisito, que recién cumple cinco años, mira a su mamá sorprendido, y luego sigue con la vista a Lupe, la amiga de su mamá. Lupe es una señora de unos treinta años, alta rubia, de ojos claros, llama la atención por su belleza. Las dos hablan en la vereda. Al rato Lupe levanta la voz y empieza a gritar. Luisito advierte que la gente les mira de reojo.
A los minutos Luisito sigue su camino, de la mano de su mamá. No deja de pensar en lo que ha pasado. Para él, Lupe era una mujer amable, risueña, atenta. Da un pequeño tirón a la mamá y le pregunta:- ¿Qué la pasó a Lupe?
Ella le responde:- ¿Viste? ¿Qué feo cuando una se enoja? ¡Muy feo! Es un problema de personas mayores. No te preocupes.
Varios días después se vuelven a encontrar con Lupe. Y se repite la misma secuencia. Pero ahora, cuando Lupe aumenta el volumen de la voz, Luisito levanta su mano tira de la chaqueta a la amiga de su mamá y le dice: -¡Lupe qué fea eres!
Las dos mujeres se miran sorprendidas. Lupe le pregunta: - Luisito, ¿te parezco fea? ¿porqué dices eso?
El niño responde: - Antes eras hermosa, pero desde el otro día, te veo, fea muy fea.
La mama se interpone: -Luisito no digas eso, Lupe es muy guapa…
- Pero mamá –se defiende el niño- si tú me dijiste que los que tienen ira y se enojan son feos. Y yo vengo mirando que todos los que gritan, les queda cara de malos y de feos. Creo que tienes razón mamá. Lupe es fea, feísima cuando se enoja.
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Gumersindo Meiriño Fernández