EL PROBLEMA DE SÓCRATES
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Los más sabios de todas las épocas han pensado siempre que la vida
no vale nada...
Siempre y en todas partes se ha oído de su boca el mismo acento: un acento cargado deduda, de melancolía, de cansancio de vivir, de oposición a la vida. Incluso Sócrates dijo ala hora de su muerte: «La vida no es más que una larga enfermedad; le debo un gallo aEsculapio por haberme curado.» Hasta Sócrates estaba harto de vivir.
¿Qué
prueba
esto? ¿Qué
indica?
En otros tiempos se había dicho (como así hanhecho y bien alto, nuestros pesimistas los primeros): «En todo caso, esto tiene que tener algo de verdad. El consenso de los sabios constituye una prueba de verdad.» ¿Seguiremoshablando hoy así?; ¿nos está
permitido
hablar así? «En todo caso, esto tiene que tener algode enfermedad», ésta es la respuesta que damos
nosotros:
habría que empezar por examinar de cerca a los más sabios de todas las épocas. ¿Será que ninguno de ellos se sostenía yasobre las piernas?; ¿será que estaban viejos, que se tambaleaban, que eran unos decadentes?¿Será que la sabiduría aparece en la tierra como un cuervo a quien le entusiasma el másligero olor a carroña?