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Pasaron las inundaciones y ahora desde los medios nos “inundan” con las

denuncias de campaña sucia electoral, o con las discusiones que genera

nuestra “filósofa nacional”… Mirtha Legrand.

Mientras tanto los candidatos que promocionan los medios te dicen que “hay

que debatir propuestas”, pero no te dicen cuáles son esas propuestas. Y así va

transcurriendo la campaña electoral.

¿Y de los temas importantes sobre los cuáles ocuparse? Bien, gracias.

Vamos a tomar un ejemplo: la propuesta de autoabastecimiento energético,

YPF, Vaca Muerta, etc.

El Estado Nacional y las provincias productoras son dueños del 51% del

paquete accionario de YPF y esto permitió recuperar el control de la empresa.

Sin embargo a pesar del discurso sobre la nacionalización de YPF, la verdad

es que continúa funcionando como una sociedad anónima.

El gobierno apuesta a alcanzar el autoabastecimiento energético en la

explotación de las grandes reservas de hidrocarburos no convencionales que

están en Vaca Muerta, una superficie de 30 mil km2 en Neuquén, de los cuáles

YPF posee la concesión de 12.000 km2. Y para eso se utiliza la tecnología

llamada fracking o fractura hidráulica.

En el propio territorio de EEUU existen claras evidencias del devastador

impacto socio ambiental que genera el fracking (afecta la salud de la población,

destruye economías regionales, contamina el agua, produce sismos, destruye

equilibrios biológicos, etc. etc.). Sin embargo en Argentina se lo promociona

como la panacea del autoabastecimiento energético y, hasta la posibilidad de

convertir al país en exportador de crudo y gas.

No se debate cómo el aprovechar el autoabastecimiento energético que se

busca. ¿para las economías regionales, la agricultura familiar? O por el

contrario, para los agronegocios subordinados a las transnacionales, la minería

a cielo abierto, la industria automotriz…Como lo indica el modelo productivo

actual…

Ni tampoco sobre las consecuencias socioambientales que provoca la matriz

energética basada en los bienes no renovables, ni de la dependencia

tecnológica, económica y financiera que conlleva este tipo de explotación.

¿Se puede hacer algo distinto? ¿Se puede cambiar hacia un nuevo paradigma

energético que permita dirigir las inversiones al desarrollo de energías

renovables, no contaminantes?

¿Podemos avanzar hacia otro modelo de producción y consumo y a otras

relaciones con la naturaleza, que no pongan en peligro nuestra propia

existencia en el planeta tierra?

El desafío para el movimiento popular es articular a nivel nacional y regional las

acciones en rechazo al avance de esta técnica de extracción y el actual modelo

energético, y al mismo tiempo avanzar en el debate acerca de qué modelo de

producción y de consumo queremos, para qué y para quiénes ponemos a

disposición nuestros “bienes comunes”.

Para tener conciencia de que el acceso a la energía no debería ser una

mercancía, sino un derecho humano.