¿A qué vienes,
si estando enfermo de tu amor,
te llamaba
y no acudías?
¿A qué vienes?
cuando nada tiene remedio,
cuando vivo muerto,
envuelto en afligidas letanías.
Te cae una lágrima
y creería haber resucitado
para poder besarla.
¿A qué fingir que me querías?,
que sufres con mi partida,
si la luz murió en mis ojos
de buscarla
en tu belleza compartida.
¿No notabas que me consumía
cada vez que me acercaba
al calor de tus mejillas
y tú, aturdida,
te apartabas?
Solo las tardes de tertulia
en tu amada compañia
encendían mi mirada.
Y yo, me llevaba al corazón
tus manos
para que notaras
cómo por tí, sin aliento, latía.
Ahogué la hoguera hasta apagarla,
derroté a mi amor hasta matarlo,
intentando salvar la vida,
sin saber cómo recuperarlo.
Pero era demasiado tarde
para nada,
demasiado tarde
para todo,
y no aguanté la daga
que me clavaba
tu fingida indiferencia
cada día.
¿A qué te acercas susurrando
esta tarde de llantos y silencios?
¿Porqué lloras sobre mi boca
estas lágrimas negras
que me torturan
y confunden mis anhelos?
¡Cuánto quisiera acercarme
a tus labios de llamada,
mi amada penitente,
mi niña adorada!
¡Cuánto daría por encontrar
el ascua que me retornara,
que me alentara: "¡respira, respira!",
y responder a tu dolor
y devolverte la alegría,
y gritarte que te amo,
que te amaré siempre
en esta
y en cualquier otra vida!
Pero dime,
¿a qué vienes,
agua de mis días,
tormento de mi muerte,
si no me queda
ningún verso,
ninguna poesía
que ofrecerte?
Autor: Raúl Tamarit Martínez
Música: Shubert - Ave María