Romanos 6:15-18
“¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecer le, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.”
De acuerdo a este pasaje, uno es siervo de aquel a quien se obedece, con dos posibilidades disponibles: ya sea, obedeciendo al pecado, siendo esclavo del pecado o obedecer de corazón a Dios y Su doctrina, siendo siervo de la justicia. En otras palabras, no importa qué tan activos estemos en actividades religiosas, lo que importa es qué tan OBEDIENTES le somos a Él; porque es nuestra obediencia y al que obedecemos lo que determina al que en realidad servimos. Como en Santiago 4:7-8 dice:
Santiago 4: 7-8
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.”
Necesitamos acercarnos a Dios, para que Él se acerque a nosotros. No podemos servirle a distancia, sin conocerle. Solo podemos servir al que obedecemos y a quien nos sometemos. Como dice en Filipenses 2:5-11
Filipenses 2:5-11
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
El mismo sentir que estaba en Jesucristo este también en nosotros. ¿Cuál es ese sentir? EL OBEDECER A DIOS, EL SENTIR DE QUE OBEDECIENDO A DIOS NI SIQUIERA SE NEGÓ A MORIR EN LA CRUZ. Ese era el sentir en Getsemaní:
Mateo 26:36-39, 42
“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.”
El sentir de Jesucristo, la actitud de obedecer a Dios, era “NO SEA COMO YO QUIERO SINO COMO TÚ” Ese es el sentir que nos dice la Palabra de Dios que debemos de tener. No como nosotros queramos, sino como Dios quiere. Es fácil ser obediente cuando todo va por el camino que queremos. Cuando Dios nos da el deseo de nuestro corazón, lo recibimos con mucha alegría. Sin embargo, ¿qué hacemos cuando las cosas no suceden así? ¿Cómo reaccionamos cuando los planes del Señor parecen diferir de los nuestros? Ahí está la diferencia entre el ser obediente y desobediente. En tiempos felices, ambos reaccionarán igual. La felicidad, no es lo que causa la caída de la gente de la segunda categoría de la parábola del sembrador. De lo contrario, como Jesús dijo: “reciben la Palabra CON GOZO” (Lucas 8:13). Pero este no perdura. En la primer tribulación, caen (Mateo 13:21, Lucas 8:13). Cuando lo que Dios quiere para nosotros no es lo que nosotros quisiéramos, la voluntad desobediente huirá, mientras que la obediente permanecerá, diciendo: “si no….. hágase tu voluntad”.
1. La obediencia a Dios es mejor que el sacrificio
En 1 de Samuel viene una historia bien conocida: la historia del levantamiento y caída de Saúl en el pueblo de Israel. Saúl fue escogido por Dios para ser el primer rey de Israel. En el principio, era humilde. De hecho, en el día de su proclamación como rey de Israel se escondía de la gente (1 Samuel 10:22). Sin embargo, su humildad no duró mucho. Pronto se convirtió en orgullo y precipitación por actuar conducido por el pueblo, en lugar de someterse al Señor. En 1 de Samuel 13 vemos su primera rebelión: Saúl y el pueblo esperaron a que Samuel viniera para el sacrificio, mientras que los filisteos estaban listos para pelear al otro lado. Samuel llegó tarde. Viendo esto, Saúl hizo lo que no debió haber hecho: ofreció él mismo el sacrificio. El obediente espera a Dios y guarda Sus mandamientos, no importándole lo que cueste. Por otra parte, el desobediente es obediente mientras las cosas marchen bien. No obstante, cuando las cosas cambian, entonces las toma en sus propias manos haciendo lo que a su propio juicio considera pertinente. Piensa que ha esperado mucho y que al final del día tiene que hacer algo. Samuel llegó exactamente cuando Saúl había terminado el sacrificio. Sin embargo, no le traía buenas noticias.
1 de Samuel 13:13-14
“Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.”
Probablemente, ese fue la prueba crítica de Saúl. Si la pasaba, si obedecía al Señor y su mandamiento, su reino sería establecido. Pero como no obedeció, su reino se iba a perder. Como Samuel le dijo: “pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero”. Obviamente, Saúl no pasó la prueba de obediencia a Dios. Cuando vio que Samuel no llegaba, abandonó el mandamiento del Señor para hacer lo suyo. Después lo vemos repitiendo el mismo pecado. En 1 de Samuel 15:1-3 leemos:
1 de Samuel 15:1-3
“Después Samuel dijo a Saúl: Jehová me envió a que te ungiese por rey sobre su pueblo Israel; ahora, pues, está atento a las palabras de Jehová. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto. Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos.”
Dios le ordenó a Saúl que destruyera a Amalec completamente. Los versos 7-9 nos dicen lo que finalmente hizo:
1 de Samuel 15:7-9
“Y Saúl derrotó a los amalecitas desde Havila hasta llegar a Shur, que está al oriente de Egipto. Y tomó vivo a Agag rey de Amalec, pero a todo el pueblo mató a filo de espada. Y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir; mas todo lo que era vil y despreciable destruyeron.”
A pesar del hecho de que Dios le había dicho muy claro a Saúl que tenía que destruir completamente a Amalec, no llevó a cabo Su mandamiento, o más precisamente, lo ejecutó solamente hasta el punto donde mejor le parecía a él y al pueblo. Así que destruyeron lo que les parecía más despreciable, pero salvaron LO QUE CONSIDERARON MÁS CONVENIENTE. Sin embargo, eso no es obedecer. Obedecer a Dios no significa el hacer Su voluntad parcialmente, hasta el grado donde te guste más. Sino que es hacer lo que Dios te ha ordenado exacta y completamente. Como en Jeremías 47:10 dice:
Jeremías 48:10
“¡Maldito el que sea negligente para realizar el trabajo del Señor!”